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Bienestar: el marco unificador para la democracia

¿Qué está en juego?

No todos en nuestro país tienen igual acceso a nuestra democracia o a nuestros procesos democráticos. Esto va en contra de las promesas de libertad y justicia incorporadas en la fundación de nuestra nación. También obstaculiza una oportunidad justa de alcanzar el bienestar.

Los ataques históricos, actuales y recientes a la democracia son ataques al bienestar. Se acepta la alteridad. La conexión social, la estabilidad y la seguridad están bajo ataque. El sentido de dominio de las personas –el grado en que tienen influencia sobre sus propias vidas– se está desvaneciendo. Y a muchos se les está privando por ley del acceso significativo a recursos relevantes. Derechos y privilegios para algunos. Restricciones y límites para los demás. El estado actual de nuestra democracia exige una curación, y centrarse en el acceso al bienestar puede ayudar a que esa curación se produzca.

¿Es una democracia próspera un país donde todos tienen una oportunidad justa de alcanzar el bienestar? Creemos que sí. El bienestar es un catalizador de la democracia. Lo que está en juego ahora es sobre todos nosotros –no sobre los demás–. El bienestar puede ser un punto de partida para iniciar una conversación amplia que pueda involucrar y unir a través de las diferencias. ¿No es eso de lo que se trata la democracia?

Para garantizar que todos podamos participar en nuestra democracia por igual, debemos comenzar con lo que le importa a la gente, y lo que le importa a la gente es el bienestar.

La premisa de un sistema democrático es que el poder reside en el pueblo y éste lo ejerce. Pero está en duda quién puede ejercer ese poder y, por lo tanto, impulsar (o controlar) el acceso a los derechos y privilegios que se supone que todos tenemos. Las políticas pueden crear condiciones que impulsen o disminuyan el acceso al bienestar, a las condiciones primordiales necesarias para una democracia.

Entonces, ¿qué pasaría si nos centráramos en el bienestar como principio de diseño para remodelar nuestros sistemas y acercarnos a la promesa de la democracia? ¿Qué pasaría si pudiéramos tomar decisiones diferentes analizando los problemas y las posibles soluciones desde una perspectiva de bienestar? Entonces podremos trabajar juntos para hacer realidad estos “qué pasaría si”.

En una democracia pueden existir intereses opuestos al mismo tiempo, en el mismo lugar, y Estados Unidos tiene intereses contrapuestos en todo su vasto dominio. Eso no significa que no podamos moldear nuestra nación de modo que todos tengan una oportunidad justa de alcanzar el bienestar. Hoy en día nos encontramos con demasiada frecuencia con que el debate se ve obstaculizado o prohibido. Pero el debate es saludable y está justificado. El intercambio de ideas. La construcción de intereses comunes a través de un diálogo respetuoso y comprometido con las personas y las comunidades es la forma en que funciona la democracia. Así se forma el bienestar. Así nos curamos.

Llegar allí, juntos.

Entonces, ¿cómo fomentamos una sociedad que haga posible el acceso al bienestar, trabajando por la democracia, no en contra de ella? Hay esperanza. Podemos tener una democracia próspera y exitosa donde todos tengan una oportunidad justa de alcanzar el bienestar.

Al centrarnos en la comunidad y el bienestar, podemos hacer un balance de lo que todos necesitamos para estar completos. Cómo debemos dar forma a nuestra democracia. Lo que tenemos que hacer para seguir adelante. Las políticas por las que vivimos se crean como resultado del proceso democrático. Todos tenemos un interés en ese proceso y todos deberíamos tener voz y voto en él también. Reforzar el acceso de todos a la democracia, apoyar el compromiso cívico y presionar para que se rindan cuentas garantizará que así sea.

Incluso con las mejores intenciones, el proceso democrático puede provocar daños colaterales. Sin embargo, al priorizar el acceso equitativo al bienestar como medida del progreso, podemos diseñar políticas que reviertan daños pasados y restablezcan comunidades que históricamente han estado aisladas del proceso democrático. Lo que se necesita es un proceso de diseño intencional y orientado al bienestar.

Estos principios de diseño pueden servir como guías para crear un acceso equitativo al bienestar:

  1. Comience con lo que le importa a las personas: el bienestar.
  2. Diseñar e implementar con, no para.
  3. Sanar y regenerar.
  4. Fomentar las conexiones sociales y el capital social.
  5. Abarcar límites.
  6. Construir (sobre) activos e innovación.

El bienestar puede ser el marco –el catalizador– para reparar, reactivar y sanar nuestra democracia. El bienestar desbloquea problemas tanto en los estados azul intenso como en los rojos intensos, y en todos los estados intermedios. Abre la conversación y permite entrar a personas de todos los orígenes.

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